Un CEO estaba convencido de que su empresa era el barco más rápido del océano. “No necesitamos brújula”, gritaba, mientras su tripulación remaba sin rumbo fijo. “Nuestra pasión es nuestro motor”. Los marineros estaban agotados, la carga se perdía y el barco, a pesar de sus esfuerzos, giraba en círculos.

Desesperado, el CEO contrató a una firma consultora. El consultor subió a bordo, observó el caos y se limitó a sonreír. “Su pasión es admirable”, le dijo. “Pero están remando en dirección opuesta a la corriente”. Luego, sin decir una palabra más, le señaló algo en la cubierta, En cuestión de días, el barco navegaba a toda vela y llegó a su destino antes de lo esperado.

El CEO, asombrado por los resultados, le preguntó ¿cómo lo ha logrado?, “Es simple”, respondió el consultor, mientras le mostraba algo que la tripulación había ignorado por completo: la vela.

El CEO, en su obsesión por remar, nunca se había dado cuenta de que ya tenían la herramienta más poderosa para navegar: el viento.